Desde su origen como movimiento de emancipación basado en la igualdad jurídica y política, el feminismo ha atravesado profundas transformaciones. Lo que comenzó como una lucha contra la subordinación legal de las mujeres ha evolucionado en múltiples corrientes, algunas centradas en la redistribución material, otras en el reconocimiento simbólico, y otras aún más centradas en la subjetividad y la identidad.
Este artículo explora cómo esta evolución, lejos de consolidar una agenda común, ha generado una fractura interna no solo dentro del feminismo, sino también en su relación con las fuerzas de izquierda que históricamente lo apoyaron.
La expansión del feminismo hacia agendas identitarias fragmentadas ha producido una creciente desafección en sectores de la izquierda tradicional, que perciben el abandono del eje material de clase en favor de reivindicaciones simbólicas menos universales. La falta de proyecto común y la desconexión con la base trabajadora han debilitado tanto al feminismo como a la izquierda.
Breve evolución del feminismo: del sufragio a la fragmentación
- Feminismo ilustrado (siglo XVIII): basado en la igualdad racional. Mary Wollstonecraft exigía que las mujeres fueran tratadas como sujetos políticos.
- Feminismo sufragista (siglos XIX–XX): centrado en derechos políticos básicos (voto, propiedad, educación).
- Feminismo de la segunda ola (años 60–80): centrado en la igualdad laboral, sexual y familiar. Simone de Beauvoir, Betty Friedan.
- Feminismo de la tercera ola (años 90): énfasis en la diferencia, lo cultural, lo subjetivo y lo queer.
- Feminismo contemporáneo (siglo XXI): proliferación de enfoques: decolonial, interseccional, transfeminismo, ecofeminismo, etc.
(Celia Amorós, Amelia Valcárcel; Judith Butler (*Gender Trouble*); Silvia Federici)
Diversidad interna del feminismo actual
El actual feminismo está actualmente fragmentado. Citando algunas categorías:
- Feminismo igualitario: centrado en la redistribución y la ciudadanía universal. Inspirado en el feminismo liberal e ilustrado.
- Feminismo de la diferencia: centra su crítica en el patriarcado como estructura simbólica y cultural.
- Feminismo queer: desafía la idea misma de género binario. Judith Butler.
- Feminismo radical: cuestiona el orden sexual como base de dominación. Andrea Dworkin, Monique Wittig.
- Feminismo interseccional: incorpora raza, clase, sexualidad.
Feminist Theory: From Margin to Center*.
Esto nos lleva a reflexionar que, como advierte Martha Nussbaum (Las fronteras de la justicia) “cada identidad reclama su feminismo, pero se pierde el horizonte común”.
La izquierda ante la fragmentación feminista
Parte de la izquierda clásica percibe que la agenda feminista actual se ha vuelto excluyente o ajena a la clase trabajadora.
El énfasis simbólico (lenguaje, representaciones, microviolencias) se considera alejado de los problemas materiales (paro, vivienda, cuidados).
Daniel Bernabé: “El relato identitario ha roto el bloque popular. Ha convertido la política en suma de minorías en competencia.
Críticas internas: Amelia Valcárcel ha advertido del riesgo de banalización del feminismo por causas particulares.
Bernabé, *La trampa de la diversidad*; Valcárcel en El País (2022); Fundación Rosa Luxemburgo.
Reacción social y desafección popular (“Cuando la izquierda olvida la realidad cotidiana, otros la ocupan con odio”, afirma Owen Jones)
En sectores populares crece el rechazo a discursos que se perciben como elitistas, abstractos o ajenos. “Feminismo de élite” o “feminismo institucional” son expresiones usadas para deslegitimar demandas reales por su forma de expresión o su desconexión.
La derecha y la ultraderecha han sabido capitalizar esta desafección con eslóganes simples y eficaces.
Jones, *Chavs: la demonización de la clase obrera*; CIS, barómetro 2023; Fundación FOESSA.
El feminismo, como movimiento político, debe recuperar su vínculo con la justicia social y la universalidad si quiere mantener su legitimidad. Fragmentado, desbordado por agendas que a veces compiten entre sí, necesita reencontrar un equilibrio entre reconocimiento e igualdad material. La izquierda, por su parte, debe dejar de instrumentalizar el feminismo como marca ideológica y asumirlo como parte de un proyecto coherente de transformación. Solo entonces podrá volver a articular un bloque popular amplio, sin exclusiones ni jerarquías de sufrimiento.