La nueva cara del racismo

El racismo ha dejado de expresarse en términos biológicos para adquirir formas más sutiles y aceptables socialmente.

En la Europa del siglo XXI, el rechazo al otro ya no se justifica abiertamente por su color de piel, sino por su supuesta amenaza cultural, económica o de seguridad. Frases como “yo no soy racista, pero…” se han vuelto habituales en el discurso público, mientras las políticas migratorias, los medios de comunicación y ciertos sectores políticos refuerzan la exclusión de colectivos racializados.

Este artículo analiza cómo se articulan hoy estas nuevas formas de racismo, cuáles son sus consecuencias sociales y qué respuestas democráticas podrían contrarrestarlas.

EN CIVIS DATA pensamos que el racismo actual no desapareció: se transformó en discurso legitimado. Aparece disfrazado de preocupación por la seguridad, la protección cultural o incluso los derechos de las mujeres. 

Este nuevo racismo es funcional al sistema y ha atrapado incluso a sectores obreros y populares. Reconocerlo es el primer paso para desmontar sus mecanismos y construir una sociedad democrática inclusiva.

Raíces históricas: del colonialismo a la racialización moderna

La organización colonial impuso jerarquías raciales globales. La esclavitud, la evangelización forzada y la dominación europea sentaron las bases del racismo moderno.

Hoy, muchas estructuras de desigualdad aún reflejan ese legado, aunque se exprese con nuevas palabras.

Como señala Frantz Fanon: “El colonialismo no se contenta con imponer su ley al pueblo colonizado. También quiere su alma.”

Fanon, *Los condenados de la tierra*; Paul Gilroy, *El Atlántico negro*; UNESCO –*Teaching Transatlantic Slavery*.

Racismo funcional: cómo se disfraza el rechazo

El racismo ya no se dice: se insinúa. La preocupación por “la seguridad”, “los valores europeos” o “la integración” suele ocultar una exclusión racial.

La frase “yo no soy racista, pero…” introduce una crítica que normaliza el prejuicio.

Susan Neiman advierte que “la nueva derecha no se presenta como racista, sino como realista. Pero su realismo no se basa en datos, sino en estereotipos.

(Neiman, *Left is not woke*; Fundación PorCausa, *Informe sobre discursos de odio 2024*)

Migración, clase obrera y la narrativa del miedo

En muchos barrios obreros europeos, el discurso antiinmigración ha calado porque conecta con problemas reales: desempleo, precariedad, vivienda. Pero la solución que ofrece la ultraderecha no resuelve nada: señala a los migrantes como culpables y oculta la responsabilidad del sistema económico.

Didier Eribon reflexiona: “La extrema derecha ha sabido apropiarse del lenguaje del resentimiento que la izquierda abandonó.”

(Eribon, *Regreso a Reims*; Owen Jones, *Chavs*;Fundación Rosa Luxemburg)

El uso racista de los derechos de las mujeres

Actualmente, se instrumentaliza la defensa de las mujeres para señalar a los migrantes como amenaza sexual. Las violaciones cometidas por extranjeros se convierten en arma política, mientras se silencian las cometidas por nacionales.

Rita Segato lo denuncia con claridad: “El racismo usa el cuerpo de las mujeres como campo simbólico de disputa.”

(Segato, *La guerra contra las mujeres*; Médicos del Mundo;Fundación PorCausa)

El discurso de las ‘paguitas’, el ‘efecto llamada’ y los MENAs

La ultraderecha ha convertido falacias en verdades aceptadas: los migrantes reciben ayudas desproporcionadas, vienen a aprovecharse, delinquen más.

Los menores no acompañados (MENAs) han sido deshumanizados, convertidos en amenaza en lugar de víctimas.

Según datos del Ministerio de Inclusión, solo un 0,3% del gasto en protección social se destina a extranjeros no comunitarios.

Observatorio de Racismo y Xenofobia (OBERAXE);CEAR;Save the Children.

La frontera y la guerra: racismo institucional global

Las deportaciones masivas en algunos países  y la violencia en Gaza muestran cómo el racismo también estructura la política exterior. Las víctimas racializadas valen menos en los medios, en el duelo, en la justicia.

Como denuncia Human Rights Watch: “Se ha normalizado un sistema de apartheid territorial y étnico.”

HRW, informes sobre Palestina (2023–2025); Amnistía Internacional; Naciones Unidas.

Propuestas para una sociedad antirracista

Visibilizar la diversidad no basta: hace falta justicia material, participación real y políticas públicas inclusivas.

La integración requiere recursos, educación intercultural, acceso igualitario a derechos y un cambio en el relato colectivo.

Como afirma Achille Mbembe: “La cuestión no es si Europa será diversa, sino si sabrá serlo sin violencia.”

 Mbembe, *Política de la enemistad*; CEAR; Fundación PorCausa.

 El racismo no es un error del pasado, sino una forma de ordenar el presente. Disfrazado de prudencia, feminismo o legalidad, sigue dividiendo a la sociedad, culpando al débil y premiando al fuerte. La lucha antirracista no puede limitarse al lenguaje: debe ser estructural, transversal y política.

Reconocer el nuevo rostro del racismo es el primer paso para desmontar el orden que lo legitima.

 

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